
Gio, como lo apodan en Colombia y lo adoptan en Avellaneda, no necesita de un gran partido -como alguna vez supo tener- para ser la figura de la cancha. Son pinceladas de talento en estado natural con una zurda que despierta emociones, latidos y sueños. Un tiro libre, uno entre tantos tiros libres en el que todos empujan desde la imaginación y dibujan según se ubique la barrera. Moreno mide, en dos, tres pasos, distancia, velocidad, precisión, curva, violencia... Todo eso que algún científico del fútbol es capaz de pedir para que la magia suceda.
Pero la magia, en este diez , nace de la inspiración. Porque en su bolsillo no hay cuadernos ni libros ni nada. Le pega así porque le sale, le pega al ángulo porque le nace, por su don...
“Lo bueno es que pudimos ganar, porque de lo contrario íbamos a entrar en la desconfianza. Había sido un duro golpe la derrota en el clásico contra Independiente”, reconoce el gran ausente en el cachetazo ante el equipo que dirige Antonio Mohamed. Nadie, en la vida o en el fútbol, puede asegurar qué hubiera pasado si ... Pero, todo el mundo en esta estadio, sale entre broncas y lamentos por aquello de la fecha FIFA que le impidió estar al colombiano en el Libertadores de América. Se va, con la idea en la cabeza de un partido que no pudo ser donde Giovanni anotaba estos dos goles contra un equipo de camiseta roja para dar vuelta un partido y que la fiesta estaba asegurada. Eso es lo que queda.
En el firulete, en eso que a veces le sale de galera y también genera amores y odios, está el detalle de lo que es este jugador.
Quedarse con el sombrero, el taco y el caño es no ver más allá de un árbol que tapa el bosque . Porque este tipo juega y potencia al resto. Todo pase que entrega, sea corto o largo, tiene una lectura clara, una señalización en el balón para saber por dónde sigue la jugada. Eso, evidentemente, es lo que falta en el resto para que todo gire alrededor de Gio y Racing pueda disfrutar de una versión plena de un talento que no tiene, tal vez, desde la ida de Maximiliano Moralez.
“No creo que haya sido mi mejor partido, los dos goles no deben ser lo único por lo que guiarse”. Crítico de su papel, incluso, entiende -como el resto- que esta vez no asoma con continuidad en el juego, pero que en los 80 minutos en campo es determinante a partir de aventuras personales que maquillan a un equipo que va camino al silbido inevitable. Ese que, sin embargo, también llega. Es, justamente, en el momento más complicado del partido, cuando las fieles fieras entonan y ensayan letras de su desencanto, cuando su zurda apaga broncas y enciende ilusiones.
Eso es carácter, de ese que no se compra y por el que no hace falta ir al piso o trabar con la cabeza , como dicen.
Gio juega como lo siente. Libre, por el fútbol.